domingo, 25 de febrero de 2007

Artículo de Juanito en runners.es


El espíritu del corredor
Por: Txancrocorredor

Es curioso como evolucionas a medida que te va invadiendo el veneno del running por las venas. Yo comencé a correr por el parque junto a mi casa como una forma de coger la forma física sin necesidad de invertir una gran cantidad de tiempo.
Así empecé un día calzándome las primeras zapatillas que encontré por casa, un culote de deporte comido por las polillas y una camiseta decolorada del uso no precisamente deportivo. Pues bien. Según fui “sudando la camiseta” y los infernales y eternos rodajes iniciales de 15 minutos se fueron alargando y mi estado de forma mejoró, pues comencé a tener unas inquietudes que no sé si han resultado del todo “sanas”. Por ejemplo, algún acompañante atleta te empieza a decir eso de: “tienes que ver cual es tu pisada y comprarte unas zapatillas adecuadas” “. En ese momento entras en una dinámica en la que será ya muy difícil salir, y es la de obsesionarte con eso de ¿Cuál será la zapatilla perfecta a tu pie? Al final nunca estás del todo a gusto con ninguna, porque cuanto más corres, más posibilidades de lesión tienes y siempre acabas achacándoselo a las zapatillas.
Otra obsesión directamente proporcional a la dependencia de la droga running son las mediciones. Comienzas por querer saber cuanta distancia es el recorrido que haces siempre y para ello lo primero que se te ocurre es emplear el cuentakilómetros de la bicicleta. Sin embargo, acabas por comprarte un cuenta kilómetros portátil vía GPS o bien un pulsómetro con acelerómetro para medir diversos parámetros (velocidad, distancia, etc), o, como yo, los dos aparatos.
En resumen, que ahora yo salgo a correr con el último modelo de zapatillas (las más caras a ser posible), con ropa que elimina el sudor al instante y múltiples y sofisticados aparatos de medición (cronómetro en una muñeca, pulsómetro en la otra, acelerómetro en las zapatillas, banda del pulsómetro en el pecho, medidor de GPS en el brazo y un frontal de luz por la noche) que te hacen parecer un roboatleta y, sin embargo, me suelo acordar muchas veces de cuando salía a correr con mis zapatillas roídas sin preocuparme de si hacía 5 ó 6 kilómetros. No sé cuando era más feliz corriendo y tampoco sé cual es el verdadero espíritu del atleta popular.

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